El ascensor



Allí me encontraba nuevamente sin poder conciliar el sueño, otra noche en vela, asaltado por oscuros recuerdos que asaltaban mi conciencia; siempre sucedía lo mismo; no podía librarme de mi pasado, por más que cambiara de casa, de ciudad y hasta de nombre. Fue entonces cuando me pareció oír algo que hacia crujir las paredes, me sobresalté ya que mi cuerpo estaba allí pero mi mente vagaba perdida Pese a ello, intenté mantener la calma y pensé que la estructura del edificio y la humedad pudieron haber producido aquel sonido.

Entonces, algo pasó fugazmente sobre mí, lo que me hizo brincar de la cama, mi corazón se detuvo por unos segundos y luego empezó a latir con violencia, un silencio escalofriante invadió el lugar, un peso muy grande oprimió mi pecho, y de repente, como por arte de magia, mi cuerpo volvió a la normalidad, me levanté como pude y me dispuse a abandonar la casa, no podía permanecer allí por más tiempo, así que como pude, me vestí y cogí lo esencial, abrí la puerta y descendí por el viejo ascensor hacia la planta baja, pronto me percaté que la cabina donde estaba encerrado no paraba de descender; debía haber llegado a mi destino hacía ya tiempo y allí seguía.  Pulsé los botones con insistencia pero este seguía descendiendo sin detenerse. Esto sucedió hace mucho tiempo. Ignoro donde me encuentro y cual es la medida del tiempo en este otro lugar, pero si existe el presente, yo sigo aquí confinado, si saber cual es el destino final de mi descenso.

Pueblo fantasma



Hace muchos años llegó a este lugar un joven de la ciudad buscando un trabajo con el que ganarse un jornal, eran tiempos difíciles y escaseaban las oportunidades. Durante varios días, el joven, estuvo deambulando de aquí para allá, ofreciendo sus servícios hasta que, por azares del Destino, se enamoró de una bella joven prometida en matrimonio de conveniencia con el hijo de un rico terrateniente. A pesar de todo, entre los dos jóvenes, triunfó el Amor y, cada noche se citaban en un caserío abandonado para dar rienda suelta a sus impulsos amorosos. Como era previsíble, algún joven curioso descubrió los escarceos amorosos de la pareja, y puso sobre aviso a la família del prometido, quienes despechados reclutaron una partida de voluntarios entre los lugareños con el objetivo de reestablecer el honor mancillado de la família.
Una noche, amparados en la oscuridad, una numerosa multitud irrumpió en el caserío tomando al joven a traición y, tras propinarle una brutal paliza, lo quemaron vivo en el interior de un viejo coche abandonado. La joven amada, presa de la pena y la desesperación, huyó de su casa, subió hasta una vieja cabaña y se ahorcó de uno de los árboles que rodean la propiedad.
Nadie se pone de acuerdo a la hora de narrar lo que sucedió a continuación: algunos dicen que quienes integraron aquella ignominiosa partida de caza fueron enloqueciendo acosados por los espíritus de la joven pareja, o que arrepentidos de su acto, se quitaron la vida, otros dicen que fueron asesinados por orden del terrateniente para que no delataran sus oscuros manejos, lo único cierto es que fallecieron de forma harto misteriosa semanas después de cometer el horrible crimen, lo único probado de toda esta história són las sombras fantasmales que recorren la comarca en el aniversario de aquellos días luctuosos, todos los fenómenos extraños que suceden a nuestro alrededor tienen una causa real, y son el resultado de hechos cuya intensidad emocional ha impregnado la atmósfera.

El adiós



El reencuentro fué breve, tan fugaz como inesperado; después de tan larga ausencia, ella llamó a su puerta, llegó trémula y quimérica, como si algo agitara su interior y anudándose a su abrazo. Dulce fué el beso y amargo el sabor que dejó en sus labios cuando la vió descender las escaleras con paso furtivo y sin mirar atrás, dejándole la sombra de la despedida y una canción de estrofas silenciosas.
Entonces sonó el despertador, él se reincorporó y miró a su alrededor, poco a poco fué recuperando la conciencia y los recuerdos acudieron a su mente: toda la habitación, era un museo dedicado a ella, había intentado retener su presencia atesorando sus objetos, aferrandose a su recuerdo, negando la realidad, pero ella no iba a volver y lo sabía, el coche en el que viajaba se la llevó apartandola para siempre de su lado.
Apareció de nuevo el vacío, como cada mañana, como cada momento de lucidez y cayó desvanecido doblándose sobre su gélida tristeza. Lloró desde el interior deseando unirse a ella dondequiera que se encontrara. A veces, los fantasmas se aparecen en nuestros sueños, y lo hacen con una apariencia tan carnal, tan palpable, tan intensa, que son imposibles de distinguir de los vivos...

Almas en pena



Una silenciosa procesión de mujeres envueltas en blancos sudarios desfiló frente a nosotras y cada una de ellas portaba una vela, la primera de ellas paró frente a mi amiga, le dijo algo que no atiné a escuchar Las restantes pasaron de largo frente a mí, sin reparar en mí presencia. Nunca olvidaré ese momento.
A partir de esa noche día mi amiga no volvió a ser la misma, se encerró en su habitación y no hablaba con nadie, guardó la vela con sumo cuidado durante un mes entero, y cuando llegó el día, fué a internarse sola en el bosque; iba a reunirse con las almas en pena, las esperó pacientemente y cuando ellas llegaron, le ofrecieron una prenda como las que vestían, se la puso por encima, encendió la vela y se convirtió en una de ellas.
Lo se porque antes de que nos dejara, me envió un mensaje al móvil: "hoy voy a unirme, pero tú serás la próxima"

La cripta



Desde que llegué a esa ciudad no tuve demasiado tiempo para mí mismo, pero esa noche era mía y pude dedicarme a lo que más me gustaba: pasear por el cementerio, ver las estatuas, leer las inscripciones de las lápidas, compartir la soledad de aquellos que yacían bajo tierra. La luna brillaba con todo su esplendor y me acompañaban los maullidos de los gatos. El cementerio estaba cercado con un muro alto e iluminado con farolas de luces tenues, tenía un amplio panteón en el centro, criptas familiares repartidas por todo el recinto, cientos de lápidas sobre hierba húmeda y paredes de cemento con pequeños habitáculos para ataúdes, una ciudad con sus propios barrios y separada por clases sociales. A lo lejos, en un recodo del muro que rodeaba el cementerio, observé un detalle que captó mi atención de inmediato: era un pequeño templo circular adornado por arcos de ojiva y coronado por una boveda, fué en aquel momento cuando escuché un grito ahogado proveniente de allí. Mi inmediata reacción fué acudir corriendo en ayuda del que gritaba. Subí los tres escalones de la cripta, empujé repetídas veces la puerta que para mi sorpresa cedió con relativa facilidad, entré y pude vislumbrar al fondo una silueta negra agachada sobre otra que estaba tumbada en el suelo, la oscuridad del lugar no me permitía distinguir mucho más. La silueta se puso en pie y caminó hacia mí lentamente, retrocedí sobre mis pasos quedándome al pie de los escalones, y cuando quise darme cuenta, ya tenía la sombra frente a mí, envolviendome con su manto etéreo de negrura. Transcurrieron horas, días quizás, y cuando desperté, todo había cambiado; yo ya no era el mismo, y el mundo que me rodeaba tampoco, ahora este cementerio es mi casa; vivo en la frontera de dos mundos exclavizado por una sed irrefrenable de sangre humana.