Deseo

Transcurría el día normal, pese a que durante la mañana había notado algunos sucesos extraños, al salir de su casa había observado un extraño color en el cielo, y notaba que el aire estaba mas frío de lo normal, parecía como si hubiese llovido durante la noche y sin embargo, el suelo estaba seco, tambien reinaba un  profundo silencio pese a que había gente caminando por las calles; era como si todo el mundo se movíera de forma lenta y pesada, una gran angustia se apoderó de ella y sintió como su cuerpo comenzaba a temblar y como a medida que descendía la temperatura, todo a su alrededor se movía con mayor lentitud, aceleró el paso intentando entrar en calor y tras recorrer varios centenares de metros, se percató de que ya no había nadie en la calle: casas, comercios, oficinas, todo estaba vacío; ahora se encontraba completamente sola: recordó en cuantas ocasiones había deseado que esto ocurriera, cuantas veces había formulado este deseo en  aquellos momentos en que el hastío se convertía en odio contra el mundo y comprendió que sólo había algo peor que sus propios deseos. 

He vuelto

El miedo que sentía esa mañana no era infundado, pude sentir como el sudor resbalaba por mi frente, mientras huía y las manos frías que atenazaron mi cuello, las ramas rotas y piedras desprendidas mientras ese monstruo me arrastraba hacia la cueva. 
He vuelto a despertar y aquí estoy, en la misma montaña donde acabó todo, la neblina invade el lugar, la soledad es mi única compañía y hasta ahora no lograba recordar que hacía yo aquí , pero de repente ví mi casa y todo acudió a mi memoria: según el calendario, han transcurrido veinte años de mi muerte aunque en ese mundo sólo llevo un par de horas según mis cálculos. 
Deseo justícia, no venganza, y se que el responsable de mi crimen y violación vive atormentado por sus recuerdos, a él me dirijo, pues aunque agonice víctima de una enfermedad terminal, voy a hacer que pague por lo que me hizo durante el tiempo que le resta en este mundo.

Espantapájaros

Fué una mañana funesta, veía como las aves de rapiña volaban en circulos emitiendo sonidos que podrían identificarse como risas burlonas tras haber arruinado mi cultivo, algunos permanecían posados sobre los brazos extendidos del muñeco, mientras las más atrevidas, ignorando mi presencia, proseguían su festín apurando los restos de mi cosecha. Entre graznidos secos y cavernosos se alejaron de mis rabiosos aspavientos dando por concluido su festín, su aleteo pintó el horizonte de negro y caí de rodillas viendo como todo mi esfuerzo había caído en saco roto, dejando como rastro un manojo de plumas desprendidas cayendo alrededor de mi rostro. 
Esa misma noche me entregué a la tarea de moldear el nuevo muñeco, con suma delicadeza, dibujé su rostro, mis manos moldearon su cráneo, perforé dos orificios enormes que simulaban ser unos ojos fríos y estáticos, su boca estirada no expresaba ninguna emoción y sin embargo, lucía implacable con su rictus de psicópata, clavé al muñeco en medio del campo y volví sobre mis pasos sintiendo que el muñeco cobraba vida caminando detrás mío, me giré por instinto alumbrando con mi linterna al producto de mi creación, pero la macabra figura seguía en su lugar, rígida e inmóvil; sólo la brisa nocturna mecía las telas desgastadas de su vestimenta.
A la mañana siguiente, salí de mi cabaña rodeado de un silencio lúgubre; las aves  permanecían inmóviles en las ramas de los árboles y los cables los postes, y ninguna de ellas se atrevía a acercarse; reanudé mi tarea y preparé los campos para una nueva cosecha antes de que llegara el cambio de estación, pero en ningún momento fuí capaz de mirar al espantapájaros. Cuando regresé a la caída del Sol, los cuervos seguían allí observando, y descubrí que eran los únicos seres con quienes había aprendido a comunicarme. 

Cera

Los mejores maniquíes que jamás se han visto lucían en poses vanidosas llevando las prendas más exclusivas del mercado, tanta era la perfección y el realismo de aquellas figuras de cera que superaban con creces la fama de la pequeña tienda donde se exhibían; una fama transmitida durante generaciones. Preguntado en una ocasión el sucesor del blasón familiar sobre la procedencia de los maniquíes, este declaró que eran de fabricación propia y como los mejores maestros de ofício, sólo revelaría el secreto a su heredero. Quienes, tras recorrer el intrincado laberinto de calles estrechas que conforman el centro histórico de la ciudad, hallaban aquel lugar que parecía atrapado en el tiempo, solían quedar cautivados ante la solemne belleza de aquellas obras de arte; tal era su fascinación por las figuras que posaban inmóviles tras el escaparate que olvidaban de inmediato las exquisitas piezas de tela que eran el objeto manifiesto de la exposición.

La procedencia del fuego que prendió la parte baja del edifício sigue siendo un misterio; se especula con los efectos de una sobrecarga en el viejo y deteriorado circuito eléctrico, hipótesis que compite con otras más descabelladas surgidas a raiz del macabro hallazgo registrado por las autoridades mientras se sofocaba el incendio: las llamas crepitantes palpitaban rabiosas como un monstruo hambriento devorando todo cuanto encontraba a su paso, y cuanto más se alimentaba, mas crecía su tamaño. Las primeras descargas de agua sólo sirvieron para engordar las llamas, hecho común en todo incendio cuando se encuentra en su cenit, pero tras dirigir el chorro de forma persistente sobre la base del fuego, este fué debilitandose gradualmente hasta quedar reducido a un moribundo tapiz de brasas húmedas y sobre ellas, alzandose como representaciones mortales del inframundo, posaban las estatuas del escaparate con la tela de sus vestidos chamuscada y la cera derretida formando goterones petrificados. Fué de esta lóbrega desnudez de donde afloraron los secretos tan celosamente guardados por sus creadores: huesos ennegrecidos y cráneos humanos al descubierto asomaban desde las horrorosas mazmorras del tiempo clamando mudas por sus almas cautivas. 

El pozo

Sobre el pozo de los deseos, nos fundimos en un intenso abrazo, qué momento tan sublime escuchando el murmullo de la brisa sobre mi cabello, sus manos se enredaban entre las mías llevandome hasta donde latían sus sueños, pensando que la pasión seguiría, me dejé llevar por la inercia pero su propósito era otro y un intenso escalofrío hizo que me diera un vuelco el corazón: el empedrado que rodeaba el pozo estaba formado por un mar de caras petrificadas; eran rostros inexpresivos, fríos y congelados en el tiempo, solté un grito agudo y desgarrado, vi como de repente las caras que formaban el suelo que estaba pisando abrían los ojos y se ponían a gritar. Ahora navego en un mar de sombras rodeado de criaturas extrañas que me acompañan a todas partes, se que ya no hay vida en mí, porque élla me la arrebató, y cuando ya no había nada que arrebatarme, se hizo dueña de mis sueños, me hizo sentir la vida y la muerte como un impulso irrefrenable y después me hizo ver lo que permanece oculto a nuestros ojos.

Blanco

Una joven mujer esperaba a su marido asomada a la ventana de su cabaña, el crudo Invierno avanzaba implacable y desde donde se encontraba sólo podía verse un manto de niebla cubriendo la nieve, la mujer llevaba horas mirando a través de esa pequeña ventana, esperando que se dibujara la silueta fornida de su marido emergiendo entre la bruma con la pieza que había salido a cazar pero el tiempo transcurría y todo continuaba igual.
Lo último que dijo él antes de partir fué: "No te preocupes, volveré pronto, tú manten la chimenea encendida" y desde que marchó, todo pareció ir de mal en peor: la temperatura descendió rápidamente, y la nieve lo cubrió todo, llegó la noche y ella seguía allí, esperando; el hijo que llevaba en su interior no cesaba de dar patadas, hubo un momento en el que creyó que el tiempo se había parado, que la noche y el día se habían fundido en un estado de ofuscación perpetua, pese a todo, pensó que debía tener la casa lista para cuando llegara su marido, los troncos de la chimenea se estaban consumiendo y pronto no tendría nada para seguir avivando el fuego, si ella moría de frío, la vida que crecía en su interior moriría con ella, siguieron pasando las horas, el temporal no cesaba y el fuego se estaba consumiendo, por lo que decidió salir a por leña: se puso toda la ropa de abrigo que le cabía encima, y con el hacha a cuestas, abrió la puerta, al hacerlo, una violenta ráfaga de aire la empujó hacia atrás, pero ella hizo acopio de fuerzas y emprendió su camino hacia los arboles cercanos cuyas siluetas alargadas apenas podían vislumbrarse a través de la niebla; marchaba encogida y a medida que avanzaba, iba hundiendose en la nieve. A los pocos metros perdió el pulso en sus piernas, la vista se le nubló, su hijo dejó de patalear, miró hacia atrás donde estaba su cabaña pensando en volver pero esta había desaparecido; sólo veía nieve por todas partes y esta empezó a engullirla gradualmente.

La niña del cuadro

El lugar me resultaba harto familiar, en las paredes había varios retratos colgados, en uno de ellos ví vi a una niña de corta edad, con un vestido blanco junto a sus padres, recorrí la casa en un instante y al salir por la puerta trasera vi tal escena que me dejó atónito: de las ramas más gruesas del arbol más cercano, había tres sogas y colgando de ellas, una mujer, una niña de corta edad y un hombre. Detrás mío, escuché el sonido de una risa infantil que taladró mis oidos, al girarme, ví a la niña del cuadro observándome; llevaba trenzas color ceniza y un vestido blanco.
 -¿Estas sola aquí? pregunté trastornado
-Mamá dice que debo estar sola, que le doy miedo.
-¿Hay alguien mas aquí dentro? inquirí señalando hacia el interior.
Súbitamente, la niña echó a correr hacia el interior y comenzó a llamarme por mi nombre, su voz sonaba como un eco que se iba disipando.
Al despertar, descubrí que la casa de mi sueño era la misma en la que estaba pasando mi primera noche buscando un lugar tranquilo y aislado, esa fué la primera constatación de mi error.

Mi doble

Llevo varios dias soñando lo mismo: una casa de campo a lo lejos, el trigo retorciendose con el viento, un molino quieto y la hoja de la guadaña decapitando los tallos, comienzo a caminar en dirección del viento, hacia la casa, me acerco cada vez mas y en cuanto estoy frente a la puerta, quedo inmóvil frente a ella, respiro y llamo repetidas veces sin obtener respuesta, aunque noto pasos en el interior, siento como un extraño calor me recorre la espalda, como un hierro caliente atravesándome.
Es una noche fria, pero muy clara por el resplandor de la luna llena, me encuentro en mi habitacion vencida por el peso del sueño, y llevaría horas ausente si no fuera por un sonido persistente que proviene de afuera, intento serenarme pensando que sólo se trata del murmullo agitado del viento, pero el sonido parece demasiado nítido y regular como para atribuirse a un fenómeno natural, me he dirigido hasta la habitacion de mis padres, pero ellos parecían profundamente dormidos, he preferido no despertarlos porque pensé que podría dominar la situacion sola.

Me armo de valor y bajo lentamente la escalera dando una mirada circular a la sala, pero no hay nada aquí adentro, y justo cuando me dispongo a volver, me quedo petrificada: los sonidos provienen de afuera; hay alguien dando vueltas alrededor de la casa, en este momento se ha parado frente a la puerta, y creo que está a punto de llamar.

Frío y oscuro

Era una fría y oscura tarde de invierno y estaba un poco mareado cuando de pronto,  vi una sombra cruzando por mi lado, pese al sobresalto que me provocó esta visión fugaz, acabé armandome de valor y la seguí, esta me llevó hasta una casa totalmente deshabitada, corrí detrás de ella pero era imposible alcanzarla, a medida que corría, su cuerpo se alejaba más y más, cuando creí haber llegado al final, llegó a mi nariz un olor nauseabundo que me produjo arcadas, un calor ominoso trepó por mi mano y por mi brazo, llegando hasta mi hombro y se aposentó en mi nuca, cuando iba a girarme, noté como algo se aferraba a mí y observé aterrado como una especie de mano aferraba la mía con fuerza, arrastrandome hacia el interior de un espacio en penumbra sin límite aparente, quise soltarme sin conseguirlo y mientras era llevado hasta las sombras escuché un susurro que decía: "no despertarás jamás"

La caja

Sé con certeza de donde vengo;  llevo días sorteando obstáculos, superando desafíos y resolviendo conflictos creados para estudiar los mecanismos de mi cerebro, pero ahora la incertidumbre me corroe, un sudor frío, acompañado de espasmos invade mi cuerpo de forma intermitente y se que pronto comenzaré a temblar, lo cual no me conviene pues todo queda observado y registrado; ojalá pudiera volver a ese odioso laberinto; ahí todo era más facil y predecíble, pese al hastío que me provocaba recorrer esos malditos túneles una y otra vez buscando la salida, o la ridícula recompensa materializada en un ridículo trozo de queso.

Llevo horas sufriendo la estrechez de este habitáculo, por más que lo intento, no puedo hacer nada por escapar, al final acabo resignandome y dejo de arañar las paredes. La cavidad es oscura, estrecha incluso para mí; desde aquí, sólo alcanzo a escuchar mi respiración entrecortada, me resulta imposible reprimir las nauseas que remueven mis entrañas a causa del pánico, me mareo, intento respirar hondo, pero me resulta imposible, de repente se escucha un sonido: es el ruido del motor que me hace presagiar lo que me tenían reservado esta vez, y las paredes empiezan cerrarse, ejerciendo una presión cada vez mayor sobre mi cuerpo...lo único que escucho ahora es el zumbido constante y atronador que procede de afuera y atraviesa mis tímpanos, junto con el sonido de mis huesos al romperse...si pudieran hablar, les diría a esos científicos cuan diferentes resultan sus experimentos desde aquí dentro.

El encargado

Desde el mismo día en que me puse a trabajar en la cocina de ese maldito restaurante, mi vida se convirtió en un suplício: pasaba allí la mayor parte del día trabajando como un exclavo y el poco tiempo líbre del que disponía me lo pasaba contando las horas y los minutos que restaban para reemprender mi descenso a los infiernos en un  intento vano por dilatar el tiempo que siempre transcurría como en un suspiro y sin embargo, las horas que estaba en la cocina se hacían interminables; los platos se acumulaban en montones que cada vez se hacían más altos, y por más que lo intentaba, no lograba sacarmelos de encima.
El encargado parecía dedicado en cuerpo y alma a hacerme la vida imposíble; sus tacticas para menoscabar mi autoestima eran tan sencillas como eficaces: me ordenaba tareas superfluas cuando más tarea tenía por delante, no me quitaba los ojos de encima; cada vez que levantaba la vista del fregadero, me lo encontraba detrás mío mirandome con expresión de reproche, no cesaba de regañarme, y lo hacía de forma sistemática y desproporcionada escogiendo cualquier detalle o inventándoselo en su defecto. El cocinero y sus ayudantes asistían a estas escenas mudos de compasión y yo soportaba estas humillaciones sabiendo que no podía replicarle pues necesitaba ese trabajo para subsistir.
Un día, envalentonado por la impunidad con la que actuaba y viendo que yo aguantaba todas sus ofensas con resignada estoicidad, la emprendió con los ataques hacia mi persona y hasta se permitió algunos conatos de agresión; jamás había llorado al llegar a mi edad adulta y ese día llegué a derramar verdaderas lágrimas de desesperación que procuraba disimular a toda costa.
Pero la situación fué incluso a más cuando, torpe y descoordinado, hice un gesto en falso volcando un montón de platos que se hicieron añicos al chocar contra el suelo, entonces, él descargó toda su rabia sobre mí abofeteandome repetidas veces con las manos abiertas mientras elevaba el tono de sus reproches hasta unos niveles inasumíbles. Quiso la casualidad que en ese momento me encontrara limpiando los utiles de cocina y en ese instante súbito donde cualquier acto es posíble, vi proyectarse toda la ira acumulada en la gruesa hoja del hacha de cocina que se hundió en la frente de mi torturador, emitiendo el mismo chasquido que producía su afilada hoja sobre la tabla de madera mientras tronzaba las costillas para las chuletas. De pronto, se hizo el silencio, un silencio monastico que no había escuchado en meses, pues las voces que aullaban en mi mente tambien callaron por completo.
Entonces, hizo su aparición el cocinero secundado de sus ayudantes, los cuales se habían ausentado del lugar, como solían proceder habitualmente cuando la tensión del ambiente se tornaba insoportable, y viendo la escena, se miraron entre ellos con gesto pensativo hasta que, quien ostentaba mayor rango resolvió la situación frotandose las manos y diciendo:
-Será mejor que nos pongamos manos a la obra; tenemos mucho trabajo por delante.

Y durante las siguientes semanas, no faltó el suministro de carne picada en la cámara frigorífica.

Revelación

Ya estan aquí, han llegado, mi corazón palpita desbocado como el redoble acelerado de la muerte, y aquí estoy yo, recorriendo un largo pasillo de cimientos leprosos y asperas columnas de hormigón sosteniendo un esqueleto desnudo por donde discurren mis pasos entre escombros, bidones de ceniza incandescente y enseres abandonados, la oscuridad parece petrificada entre estas paredes, centinelas inmóviles de la verdad. Una turba de bestias atroces, penden de las vigas del techo: sus rostros desencajados y sangrantes, delatan su condición: las mentes más crueles e impías gotean el nectar de su podredumbre, una violencia atroz ha descargado su ira sobre aquellos desquiciados, ahora sólo queda la muerte.

El hermano

Como casi cada noche a esa hora, me desperté sediento, camino a la cocina, sentí una mirada clavada en mi espalda, miré de soslayo y creí percibir la presencia de alguien aunque no le presté demasiada importancia de momento. Tras saciarme de agua, regresé a mi habitación y allí fue donde comenzaron a emerger lolas ideas y con ellas la duda y la angústia de pensar si aquella visión fugaz había sido real o no, al rato volví a sentir esa mirada sobre mí, aunque ahora la percibía con más intensidad, no quise mirar porque temía que se confirmaran mis temores y al rato caí en un sueño profundo parecido a un pozo sin fondo.
Volví a despertar con el deseo imperioso de ir al baño pero entre el sueño y la realidad, vi formarse una silueta delante de la puerta y quedé totalmente paralizado por el miedo, de repente, la imagen de mi abuela fallecida apareció frente a mí, su aspecto era palido y brumoso, no le veía el rostro, llevaba puesta su bata y el pelo recogido por detrás, tal y como la recordaba, le acompañaba un niño de corta edad y ambos iban cogidos de la mano; estuvieron mirandome durante unos segundos y después se alejaron flotando.

Así fue como llegué  a conocer  a mi hermano fallecido cuando yo acababa de nacer, nadie en mi família quiso hablarme de él y mi abuela marchó llevándose este secreto a la tumba por no contravenir a mis padres.

Raptado

Por más que lo intentaba, no podía apartar la vista del espejo; su visión me nublaba la vista, estaba cautivo; paralizado y por más que intentaba moverme sólo podía mirar, deslumbrado ante mi reflejo, quise gritar pero no era dueño de mí mismo; algo me dominaba.


Desperté en mi habitación. Me levanté lentamente y pensé en lo real que había parecido la pesadilla que acababa de experimentar, fui al baño a refrescarme, encendí la luz y mientras me secaba la cara frente al espejo, tuve un extraño presentimiento que me obligó a bajar la mirada, tenía miedo de mi propio reflejo, no podía hablar; recuerdo que intenté hablar pero no vocalizaba nada inteligíble, intenté gritar, pero ese algo me había robado el control de mí mismo y sólo pude observar, sentí como el vello de mi nuca se erizaba y que mi piel se crispaba. No se cuanto tiempo transcurrió hasta que logré recobrarme, pero cuando me miré nuevamente el espejo, lo que vi fue mi rostro pálido y demacrado, como si no hubiera dormido en días. Acto seguido, salí de ese cuarto y así como había llegado el miedo, se fué. Durante días estuve preguntandome a mí mismo qué había sido aquello. Creo que con el tiempo he logrado obtener algo parecido a una respuesta: ¿Alguna vez habeis tenido la sensación de no reconocer el rostro que asoma desde el otro lado del espejo? Pues eso fué lo que me sucedió a mí: durante un instante, pude vislumbrar la realidad que nos acecha desde el otro lado.

El líder

La escalinata parecía no terminar nunca; tanteaba con cuidado el siguiente escalón antes de apoyar el pie, apoyandome siempre en el muro, y de vez en cuando, echaba la vista atrás para tener al menos un punto de referencia, ignoro durante cuánto tiempo seguí subiendo, con la mente perdida en un torbellino de confusión, donde el presente y el pasado se alternaban caprichosamente, y los recuerdos de mi infancia se mezclaban con fragmentos de pesadillas, imágenes de momentos luctuosos que creía enterrados en mi memoria en un caótico telar de angustia que me envolvía...
El telar se difuminó levemente, dejándome comprobar que había llegado a lo alto, me encontraba en mitad de una sala decorada con detalles ostentosos y amplios ventanales que de inmediato me transmitió una inexplicable sensación de familiaridad, de repente, un temblor caótico llegó desde el exterior, acompañado de un griterío de voces que recorrió toda la casa, me asomé para mirar lo que estaba sucediendo afuera y entonces comprendí: desde abajo bullía un mar de absoluta desesperación, los rostros lejanos de la multitud gritaban en un frenesí colectivo, juntandose en un clamor inconexo que poco a poco, fué tomando forma en mi mente:

-¡Viva nuestro líder! gritaban las voces, y todo el teatro absurdo de mi memoria comenzó a tomar forma, y mis gritos se alzaron se sumandose a los suyos.

Presta atención



El detenido contuvo el aliento y suspiró profundamente por el contundente revés que había sufrido su amor propio; los grilletes que llevaba puestos eran el contrapunto a una carrera delictiva  bruscamente truncada por una mente preclara que había sabido anticiparse a sus actos
-Dado que voy a permanecer una buena temporada entre rejas: ¿Sería mucha indiscreción por mi parte preguntar cómo el más astuto carterista, el más brillante y escurridizo artesano del hurto; el maestro de los disfraces y del escapismo, ha sido capturado con las manos en la masa por un simple investigador; por un grís y anodino funcionario?
Una pincelada de autosuficiencia iluminó el tenue semblante de su captor:
-Pasé repetidas veces por su lado sin que advirtiera mi presencia y sin perderle nunca de vista porque todo cuanto necesitas saber lo tienes frente a ti, todo lo que tienes que hacer es sintonizarte con tu entorno ¿Qué ves? ¿Qué hueles? ¿Qué escuchas? Siempre hay alguien que destaca entre la multitud, ya sea por su nerviosismo en medio de un Domingo soleado o por su excesiva calma una mañana de Lunes en plena hora punta ¿Qué puedes averiguar de él? ¿Observas objetos o prendas que no son propias de su indumentaria? ¿Porqué mira con tanta atención en una dirección determinada cuando tiene a una hermosa mujer enfrente suyo? Si aprovechas tus sentidos, tu instinto se agudiza y con el tiempo, sabrás quienes son realmente las personas, qué sienten y hasta lo que están pensando.
El detenido cabeceó resignado:
-Entonces, he visto materializarse los temores de todo delincuente experimentado: la puesta en practica de las nuevas tecnicas de investigación en la lucha contra el crímen ¿Me equivoco?
-Sin animo de parecerle anticuado, los metodos que le acabo de referir son los mismos que empleaba siendo yo cardenal e inquisidor de Toledo, hace quinientos años cuando una plaga de vampiros asolaba la capital; el destino quiso que uno de ellos dejara su impronta en mi cuello antes de convertirse en cenizas...y aquí me tiene.

Iniciación



Caminaba con suma cautela procurando no delatar su presencia; conocía el alma de la fiera y sabía que ella nunca bajaba la guardia; siempre estaba alerta y amenazante, sus afiladas garras podían despedazarle sin esfuerzo, caminaba sigilosamente sin perder de vista su objetivo, aunque hubiesen emergido monstruos del subsuelo mostrandole sus lenguas viscosas y lamiendo tu cuerpo, no desviaría su atención, aunque se abrieran trampillas en el suelo y surgieran de allí los mas repulsivos seres, como ratas leprosas, que intentaran reptar por tus piernas desnudas, el seguiría su camino, era su prueba de iniciación y debía mostrar su valía.
En cierto modo, compadecía a la pobre criatura pues era él quien había usurpado su espacio, su cabeza y su dentadura le conferían un aspecto realmente atroz, y se veía destrozado entre sus fauces, pero sin pensarlo, hundió su lanza en la carne de la bestia, que rugió de dolor y cuando quiso darse cuenta, la había ensartado repetidas veces, la bestia herida, emitía potentes rugidos de dolor, pensó que jamás acabaría con ella, incluso cuando la vió allí inmovil, porque sus rugidos seguían sonando en su mente. Había superado el primer reto, ahora le faltaba asimilar que el tigre no había muerto, seguiría rugiendo en su interior y viviendo a través de él.

La hora del juício



Habíamos llegado hasta esa casa desvencijada huyendo de la plaga; patrullabamos la zona cuando de pronto, la emisora pareció volverse loca, fué el princípio del caos: esperabamos instrucciones de la central y esta sólo emitía comunicados confusos e ininteligíbles de voces atropelladas que se solapaban unas a otras. A medida que nos internabamos en el centro urbano, el paisaje se mostraba más caótico, la gente había enloquecido, se atacaban unos a otros devorandose como animales salvajes, había varios incendios expandiendose porque nadie se había ocupado en sofocar, nadie respondió cuando pedíamos refuerzos y ante el color que estaba tomando la situación decidimos acelerar y alejarnos de allí cuanto antes. Al cabo de unos minutos, nuestro coche patrulla había quedado inservíble, la gente se agolpaba a nuestro alrededor, obligandonos a arrollarles para poder huir y destrozando nuestra carrocería con los fragmentos que ibamos arrancando de sus cuerpos.
-Me han cazado: balbuceó mi compañero con voz entrecortada.
-No es grave: dije tratando de calmarle -Te pondrás bien, la herida es sólo superficial.
-Te equivocas: estoy jodido y bien jodido...
Dicho esto caminó hacia el centro de la sala, moviendose entre espasmos, al observar sus movimientos me pareció estar viendo a un cadáver viviente.
-Sígueme: dijo mientras se llevaba la pistola a la sien y apretaba el gatillo, el disparo sonó como un estampido en toda la casa, salpicando de sangre las paredes y su cuerpo se desplomó como un títere desprovisto de cuerdas.
Con el paso de las horas, el cadáver de mi compañero que ya comenzaba a secarse, pasó a formar parte del paisaje natural de la casa...Hasta que las campanas de la muerte sonaron anunciando la hora del juicio.
Cuando irrumpieron estaba sentado en el unico sillón desgastado que amueblaba el salón, amparado en la oscuridad, soñaba que corría a través de un paisaje agreste, con verdes llanuras onduladas que se extendían bajo un cielo azul claro coronado de nubes blancas y esponjosas, y una brisa tenue acariciaba mi nuca, sus gruñidos me devolvieron a la realidad de un ambiente húmedo y nauseabundo que olía a carne en descomposición, lo último que sentí antes de que todo se apagara fué como mi cuerpo era desmembrado por docenas de brazos que tironeaban de él en todas direcciones.

Cazando sombras



Estoy preparado, no me cogerá con vida, dos días han transcurrido desde que apareció y llevo escuchandolo durante todo este tiempo, puedo sentir como se mueve a mi alrededor, no es humano ni animal; es otra cosa distinta, trató de entrar en la habitación pero le disparé, creo que está herido, tal vez, si logro enfrentarme a él, podré vencerlo, o morir en el intento. Nada puede ser peor que esta incertidumbre, que esta impotencia, porque se que no descansará hasta tenerme, he quemado mi munición disparando a las paredes y contra la puerta, pero he reservado el ultimo cartucho para mí... puedo intuir su presencia moviendose de un lado hacia otro, como una bestia rabiosa si lo deseara podría entrar aquí, pero  prefiere quedarse ahí afuera esperando; prolongando mi agonía, como buen cazador, prefiere esperar a que salga yo y me enfrente a él, pero no le voy a dar ese placer. Ya es la hora: se que ha llegado el fín...