Perdóneme, padre

Mi vida no es fácil, pasar recitando salmos en este distrito es como predicar en el desierto, pero lo más difícil es tener que soportar las confesiones de todos estas almas descarriadas sin poder mandarles al presídio, a veces desearía renunciar a mis votos y colgar los hábitos, he oído todo tipo de histórias procedentes de mentes perturbadas y todo cuanto puedo hacer es decirles que marchen en paz sabiendo que volverán al cabo de un tiempo sin haber modificado ni un apice su conducta. Sin embargo, una mañana sucedió algo que me ayudó a comprender mi papel entre esta jauría de hienas: yo me disponía para oficiar mi acto cuando escuché como alguien entraba en el confesionario, fuí hacia la cabina y me puse tras la celosía:
Perdóneme padre porque he pecado. Mi última confesión fue hace 12 meses.
De pronto, oí que gimoteaba y dije:
-Deja de llorar hijo: cuéntame lo que hiciste.
-Asesiné a mi mujer y a mis hijos y después me ahorqué.
Pensando que todo era una burla, salí de allí y retiré la cortina de un tirón, al ver lo que había detrás, mis huesos se helaron, aquello fue la gota que colmó el vaso, nunca había sentido tanta compasión por nadie, creo que esto marcó un punto de inflexión entre mi pasado y el presente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario