Podrido

El agente se volvió para encararse al individuo que se acercaba por detrás y vió como este arrojaba sobre él una mirada refulgente que le provocó un sobresalto inesperado, tenía el rostro obscenamente desencajado, tras unos instantes de incertidumbre, el agente tanteó su arma obedeciendo a un gesto mecánico y dió el alto al indivíduo que no paraba de acercarse, poco más tarde, disparaba su última bala sobre él apuntando a la cabeza.
Cuando procedieron a practicarle la autopsia, vieron que sus órganos eran una gelatina oscura que despedía un olor dulzón, sus músculos y tendones eran tambien negruzcos, sus huesos estaban grises y resecos y en lugar de sangre, hallaron un fluido viscoso semejante al agua estancada; aquel era un cadáver que llevaba días en proceso de descomposición. Al abrir el hueso del cráneo y observar el cerebro, vieron que este había permanecido activo hasta pocas horas antes. Fué entonces cuando todo encajó aunque las conclusiones quedaban fuera de toda conjetura: nadie comprendía como ese caso y otros similares se producían de forma tan frecuente: sólo sabían que el cerebro de los muertos volvía a reactivarse tras su fallecimiento y convertía a estos en sonambulos guiados por un hambre permanente que no respondía a necesidad alguna, no dormían, caminaban como si no supieran usar sus piernas, no podían hablar pero aun así parecían conectados unos a otros como si estuvieran guiados por un objetivo común.

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