Redes

Llevaba tiempo soportando sus afrentas y su acoso constante a través de la red, en ocasiones me preguntaba cómo lograban dedicarle tanto tiempo a un propósito tan infame y contraproducente y cual era el método empleado para sus fines, me los imaginaba haciendo guardia frente al ordenador durante las 24 horas o turnandose con alevosa premeditación, confiados en la impunidad de sus hogares y cargando el sobrepeso de sus cuerpos sobrealimentados en el torturado sillín que los situaba frente a la pantalla entre restos de comida rápida, a domicílio, tecleando el ordenador de forma compulsiva y dejando señales de tomate y mostaza en todo cuanto tocaban.
Sus habitos obsesivos habían logrado alterar mi rutina cotidiana, aún no lograba entender esa fijación hacia mi persona pero habían desnudado todas mis intimidades; tenían en sus manos todo lo concerniente a mis datos de navegación, incluyendo un seguimiento pormenorizado de toda mi actividad en las redes sociales, perfiles, fotos conversaciones privadas y hasta los datos tecnicos de mi navegador, el regodeo incordiante con el que hacían gala de sus mal usados conocimientos y las burlas humillantes de las era objeto bien merecían respuesta, por eso me puse a indagar en las páginas de aquel libro que hablaba sobre los estados de la materia.
Tras horas de ansiosa lectura, llegué hasta la clave del secreto que podría equilibrar la balanza a mi favor, mis escasos conocimientos informáticos nunca podrían competir con el sesgo insaciable de mis acosadores, pero una mente consciente de su potencial podría convertir la materia física en energía sutil para circular líbremente a través del éter. Noches de intensa concentración comenzaron a dar resultados palpables y la materia que constituía mi cuerpo fué disolviendose a voluntad para penetrar a través de la materia, el paso siguiente consistió en emplear las señales de las ondas para desplazarme de un lugar a otro.
Y el momento anhelado llegó cargado de morbosa espectación: la trama geométrica se iluminó con un brillo carmesí y en el centro de la pantalla comenzó a abrirse el portal en el que fuí penetrando hasta ser completamente engullida: nadando como pez abisal entre laberintos de túneles fuí completando por orden cronológico cada uno de los objetivos fijados en mi agenda de visitas: atontados por los excesos de comida y las horas de insomnio frente al ordenador, mis acosadores fueron cayendo uno a uno, sus reaccciones histéricas al ver como me materializaba tras la pantalla no despertaron en mí el menor atisbo de compasión, es más: creo que disfruté cuando usé mis facultades recien estrenadas para convertir los atomos del aire en una columna llameante que transformó sus cuerpos en antorchas orondas que iban corriendo por toda la casa entre gritos histéricos y quejidos animalescos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario