Dime que es mentira

Era la noche mágica, los niños corríamos de un lado a otro jugando alrededor de las esculturas preparadas para arder en la hoguera, pero había algo en aquella alta y enorme pirámide de formas que demandaba toda mi atención y que me retuvo frente a ella obligándome a mirarla fascinado, obviamente, no había nada especial en ella, ningún detalle que la hiciera destacar sobre todas las demás, en caso contrario, habría sido indultada y salvada de las llamas; tan solo se trataba de un cuadro de símiles y de formas evocadoras de iconos populares y del imaginario colectivo pero había algo en ella que me resultaba vagamente familiar, algo que parecía aflorar entre aquella madeja de formas y que gritaba silenciosamente ante mis ojos inquietos.
Había estado en boca de todos: el Quimet siempre tuvo buen gancho con las mujeres, y no hacía nada por disimularlo. Pero su última aventura con la Assumpta, tuvo un desenlace inesperado, ella esperaba un hijo de él, y sus hermanos: el Roman, el Guillem y el Pep, no estaban dispuestos a dejarlo pasar por alto, y así se lo hicieron saber cuando reiteradamente le propusieron olvidar lo sucedido a cambio de que él reconociera como legitimo al hijo que la Assumpta esperaba en su vientre y aceptara a esta en matrimonio. Pero el Quimet, haciendo gala de su arrogancia, se negó en rotundo alegando que aquel niño, bien podía ser de otro ¿Cómo terminaron aquellas discusiones? nadie lo supo a ciencia cierta, al menos en apariencia, pero la verdad es que llevábamos días sin ver al Quimet rondando por las calles y dedicando su amplia sonrisa y sus cumplidos recurrentes a todas cuantas jovenes se cruzaban por su camino.

Minutos más tarde, la hoguera ardía con determinación, pero las llamas no parecían consumir a todas las partes por igual y los rostros de mis vecinos brillaban con una extraña expresión de maldad, los padres de algunos niños hacían señas a estos para que no se acercaran demasiado; y algunas madres de mayor edad sonreían burlonamente a las llamas. El estruendo y el chisporroteo no tardaron en llegar y mientras la estructura se desmoronaba convertida en cenizas, creí distinguir una forma emergiendo a través del humo, fue algo impreciso que bien pudo haberse originado por los bucles de formas encendidas y redondeadas que afloraban desde el corazón de la hoguera, pero en aquellos momentos, estuve seguro de ver los contornos de una calavera agrietada, encendida, casi al rojo vivo. Cuando todo se convirtió en una masa irreconocible, una nube de chispas se elevó sobre nuestras cabezas y cayó sobre el suelo convertida en una lluvia de diminutos meteoritos incandescentes, entonces pensé que había encontrado un sórdido acertijo con el que poder distraerme y obsesionarme durante las largas y tediosas tardes de aquel Verano pero el recuerdo de lo vivido se ha ido difuminando y distorsionando con el tiempo hasta hacerme pensar que todo fue un sueño.


No hay comentarios:

Publicar un comentario