Intentaba
ignorarla pero aquella extraña cosa negra y amorfa me observaba, detenidamente,
desde afuera, el viento traía susurros de almas en pena que vagan en la
oscuridad, cada vez que me acercaba a la ventana, se producía un brusco
golpeteo haciendo temblar el cristal y la extraña cosa amorfa me sonreía,
dejando al descubierto unas largas y puntiagudas extremidades plateadas como si
intentara persuadirme para que la dejara entrar en mi cuarto. Hice acopio de
valor para enfrentarme a ella y cuando abrí la ventana, una nueva ráfaga de
viento empujó la maligna entidad hacia dentro convertida en ese paraguas, viejo
y negro, que había desechado días atrás.
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