Tras el silencio

Ajeno a su terror y a sus llantos desesperados, el intruso se llevó a la niña al cuarto con la intención de forzarla y cerró la puerta detrás suyo, la niña cerró los ojos, sin poder aguantar el miedo y la vergüenza y su madre, viéndose incapaz de prestarle auxilio, sintió que se desmayaba a causa de la angustia. Pero entonces, se hizo el silencio y tras unos instantes de confusión, la niña se acercó a su madre, la desató y consiguió reanimarla. Cuando esta hubo recobrado la conciencia, abrazó fuertemente a su hija, la besó varias veces al mismo tiempo que desahogaba su angustia con un llanto irresistible y después, ya algo más serena, le preguntó, con la voz entrecortada por la emoción.
-¿Estás bien hija, te ha hecho algo?
Ella negó silenciosamente con la cabeza, y cuando la madre se levantó para acercarse al cuarto, ella la retuvo diciendole:
-No vayas mamá, no mires.

Sorprendida, la madre, miró a su hija con detenimiento y reparó en sus ropas ensangrentadas, su mano derecha aun llevaba las tijeras de la costura las cuales sujetaba con fuerza.

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