Allí en aquel terreno inhóspito dieron luz a sus
descendientes, yo los he visto crecer, los he visto procearse, he podido
observar su drama particular y lo arbitrario de sus vidas, los ví nacer, crecer
y reproducirse y he visto nacer a sus crías; casi se convirtió en un rito
obligado el ir echarles un vistazo cada vez que pasaba por su lado, sabía que
algún día alguien terminaría con sus miserables vidas, y así fué: fueron
condenados y ejecutados por no ser como los demás, por vivir y dejar vivir
mendigando nuestros desperdícios, pero así es la vida, pocas personas conocían
su existencia, y nadie llorará sus muertes porque sus vidas no tenían valor
para nadie, pero para mí, siempre quedará el remordimiento de haber sido su
verdugo: fuí yo quien puso el matarratas en el garaje.
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